Uno de los principales retos a los que se enfrentan los países desarrollados en materia social, es el cuidado y la atención a las personas mayores y en situación de dependencia, así como la promoción de su autonomía personal.
Una situación de vulnerabilidad que requiere apoyo para el desarrollo de las actividades diarias y poder alcanzar una mayor autonomía y bienestar.
La población en nuestro país mayor de 65 años se ha duplicado en los últimos años, un claro ejemplo de que las tasas de envejecimiento y el nivel de vida sigue en aumento, por lo que se requiere un marco de actuación para esta nueva realidad, que no es otra que el aumento de la población envejecida y que conlleva a una mayor dependencia de este colectivo en la última etapa de su vida.
En este contexto y según la Ley 39/2006, de 14 de diciembre, de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia, conocida como “Ley de Dependencia”, define el concepto de Dependencia como: “el estado de carácter permanente en que se encuentran las personas que, por razones derivadas de la edad, la enfermedad o la discapacidad, y ligadas a la falta o a la pérdida de autonomía física, mental, intelectual o sensorial, precisan de la atención de otra u otras personas o ayudas importantes para realizar actividades básicas de la vida diaria o, en el caso de las personas con discapacidad intelectual o enfermedad mental, de otros apoyos para su autonomía personal”.
Grados de dependencia
Así, la situación de dependencia se clasificaría en varios grados dependiendo la autonomía de la persona.
– Dependencia moderada: o de grado l, sería cuando la persona dependiente necesita ayuda para realizar sus actividades cotidianas como mínimo una vez al día o de manera intermitente.
– Dependencia severa: o de grado ll, se corresponde con aquella persona que necesita ayuda varias veces al día para llevar a cabo sus actividades. Hablamos de apoyo dos o tres veces diarias, pero no requiere la presencia permanente de un cuidador o tiene necesidades muy limitantes para su autonomía personal.
– Gran dependencia: o de grado lll, cuando la persona necesita ayuda para por lo menos tres veces al día o apoyo total por la pérdida de autonomía completa, ya sea física, mental, intelectual o de otro tipo, por lo que necesita de un cuidador continuamente.
Los grados de dependencia se determinarán mediante baremación de acuerdo con el Consejo Territorial de Servicios Sociales y del Sistema para la Autonomía y Atención a la Dependencia. Además, podrán ser revisables en caso de que exista una mejoría o empeoramiento de la situación de dependencia o por error de diagnóstico en su aplicación.
A su vez, podemos distinguir cuatro tipos de dependencia: física, psíquica, sensorial y mixta.
Tipos de dependencia
Física: este tipo de dependencia se basa en la pérdida de control de sus funciones corporales y su relación con el entorno. Por ejemplo, hablamos de personas que padecen algún traumatismo cerebral o esclerosis múltiple entre otras.
Mental: nos referimos como mental o psíquica a la pérdida de capacidad que afecta a la memoria y, como consecuencia, a los problemas para tomar decisiones por sí misma. Enfermos de Alzheimer, personas con alguna discapacidad mental, son algunos ejemplos.
Sensorial: afecta a la capacidad para desarrollar con normalidad su vida cotidiana debido a alguna alteración de alguno de los sentidos, ya sea la vista o el oído, fundamentalmente. Limitación para conducir o realizar algún tipo de actividad.
Mixta: sería una mezcla de varias que deriva en dependencia física y sensorial a la vez, o física y mental…